Hacia finales de la década de los ochenta, la escena heavy metalera en México, se encontraba a punto de hacer ebullición y una de las etapas más importantes y entrañables estaba por suceder.
Aunque aún en el subterráneo (y muy poco a través de la industria formal y establecida), muchas bandas ya empezaban a mostrar más formalidad y con grandes esfuerzos, empezaban a editar sus grabaciones. Dicho esfuerzo era el resultado de que la escena se estaba fortaleciendo y evidentemente las exigencias del público eran mayores.
Era la época en la que la única fuente informativa, para estar al tanto de lo que sucedía en el mundo del rock, lo significaban revistas como Sonido, Acústica, Comrock (la cual formaba parte de un proyecto más ambicioso, pues contaba con una compañía de discos), Conecte y Rock Pop. Y nos referimos a esta última principalmente, debido a que en el momento preciso se convirtió en la filial de Conecte, especializada en Heavy Metal. El género musical con mayor potencial comercial y por tanto, hasta cierto punto, creativo del momento.
Fue entonces que, Gueorgui Lazarov y Carlo F. Hernández, ambos entusiastas periodistas de Conecte y específicamente de Rock Pop, se encargaron de un ejemplar especial, editado en 1986 por Conecte, en el que harían un compendio del entonces llamado: Heavy Metal Subterráneo. Este era un subgénero del Heavy Metal, que como tal y como su adjetivo lo indica, se desarrolló en el subterráneo de la gran industria discográfica. Dicha edición llevó ese mismo nombre: “Heavy Metal Subterráneo” y debido a su éxito, pronto editaron un segundo número y eventualmente se convirtió en una publicación formal y periódica.
No conformes con esto, también formaron parte de un numeroso grupo de entusiastas músicos y empresarios, bajo el nombre de Escuadrón Metálico, el cual fue una compañía que apoyó al Heavy Metal en varias de sus expresiones. Y como parte de las actividades del colectivo, estaba la de editar discos y organizar conciertos. Estos conciertos fueron la consecuencia, de unas funciones de videos que ya organizaban bajo el amparo de Rock Pop, patrocinados por diversas compañías discográficas. En estas, evidentemente se proyectaban videos, de los artistas exclusivos de las compañías en turno.
En lo personal recuerdo con más nostalgia la primera, llevada a cabo en un estacionamiento de EMI Capitol, en la que proyectaron los, hasta entonces rarísimos, videos de Iron Maiden, Whitesnake, Queensrÿche, Great White, Helix y el cabeza de cartel de la noche fue, el legendario video pirata de W.A.S.P. grabado en el Troubador de Los Angeles. Que tiempos aquellos!
Pero regresemos a lo de los conciertos.
Aunque empezaron organizándolos, obviamente con bandas mexicanas y por diversos escenarios históricos. La verdad es que por desgracia yo estaba muy chavo y no iba a estos. Por lo tanto, hablar de ellos requiere de una mayor investigación por mi parte y entonces lo dejaré para otra ocasión.
La cosa es que a Hernández y Lazarov, se les ocurrió empezar a realizar conciertos con bandas extranjeras, para aprovechar los conectes que tenían, gracias a la revista Heavy Metal Subterráneo y también la difusión que les permitía el programa de radio que Lazarov conducía, los jueves por la noche en Rock 101. Para tal efecto, se asociaron con Héctor Guzmán, un promotor de lucha libre propietario de la Arena Adolfo López Mateos de Tlalnepantla, quien ya organizaba con su compañía Casa Grande, conciertos con bandas nacionales en la Arena, por lo que las condiciones parecían haberse completado.
Esta etapa de conciertos internacionales, comenzó mucho tiempo antes de que existiera Ocesa, La Iguana Internacional o Dilemma. Por lo que, le pese a quien le pese, los iniciadores en la organización de conciertos consecutivos, con bandas internacionales en nuestro país, fueron Heavy Metal Subterráneo y Casa Grande, que es como se anunciaban en la publicidad de dichos eventos.
La primer banda que trajeron fue Heather Leather, un trío de texanas heavy metaleras y de ahí se siguieron con Demolition Hammer, Vicious Rumors, Recipients of Death, Devastation y Angkor Wat. Hasta entonces, todos los conciertos se habían realizado con este tipo de bandas, casi desconocidas que apenas habrían grabado algún l.p. o solamente demos. Pero la etapa de experimentación parecía haber terminado y lo mejor estaba por venir. En 1989 comenzaron a traer a bandas de mayor trayectoria y relevancia y casi con cada una de ellas mucha historia se escribió. Carajo, saben lo que fue ver a Death en esa gira? Era la gira de “Leprossy” y estaban grabando “Spiritual Healing”. Meses después trajeron a Rigor Mortis con su gore metal y a los incomprendidos Whiplash. En estos dos eventos hubo poca gente. Pero en general los grupos ya eran más conocidos y la respuesta por parte del respetable se empezó a notar.
Ni el mismo Lazarov recuerda con exactitud la capacidad de la Arena. Pero de acuerdo a mi cálculo (el cual suele ser bueno), con la Arena bien atascada entraban alrededor de 1,500 personas. Y en esa época, las bandas hacían dos conciertos, uno en sábado por la tarde-noche y el otro el domingo al medio día. De igual forma, se empezaron a dar muchas historias, pues las andanzas con los músicos daban mucho para contar. La mayoría de estas vivencias permanecen en la memoria de los promotores y su staff (espero algún día convencer a Lazarov de que las comparta). Pero otras fueron tan relevantes, que el corredero de chismes no se hizo esperar. Como cuando lograron traer a D.R.I.
Para empezar, previo al evento, algunos activistas punketitos, lanzaron una campaña de desprestigio hacia la banda a través de volantes (ahora Flyers, uff!), con los que invitaban a boicotear sus conciertos en México, pues según ellos la banda ya distaba mucho des ser lo radical que fueron al principio de su carrera y su intención ya era la de explotar económicamente el nombre y fama de la banda. También se temía que dieran portazo el día del concierto, pero creo que no pasó a mayores. Y luego para acabarla de joder, ya con la banda en nuestro país, resulta que alguno de sus integrantes se fue de farra a un antro, “diferente”, por llamarlo de alguna manera y todo terminó con un buen desmadre en el hotel que se hospedaban. Durante los conciertos, tocó con la mano vendada.
En octubre de ese año, Holy Terror canceló su visita y de emergencia les mandaron a una banda nueva de death metal de Florida, que acababa de editar su disco debut “Slowly we Rot”. Para desgracia de Obituary, no recuerdo con exactitud, si sería ese mismo fin de semana, pero la cosa es que la gente andaba (mos), bien gastada por el anhelado concierto de Black Sabbath en San Luis Potosí, que por cierto, acabó en cancelación (ya hablaremos al respecto en otra ocasión). La cosa es que dicha eventualidad se llevó a Obituary entre las patas, pues el sábado se celebró el concierto con apenas cuarenta personas y el domingo terminó por cancelarse. Una pena, pues dije que acababan de lanzar el “Slowly we Rot”!
Pero para diciembre se apuntaron otro cañonazo y nos trajeron a Sepultura do Brasil, precisamente cuando le rompieron su madre a la escena death metalera mundial. Andaban girando con “Beneath the Remains”, un disco con el que Slayers, Sodoms y Kreators sintieron mello! Recuerdo la Arena hasta la madre y me han dicho que hubo gente que se quedó afuera. Y los más rudos se quejaron de que había tanta gente, que ni se podía hacer bien el slam. Creo que entonces ya formábamos parte de la escena metalera subterránea internacional. Y definitivamente México comenzaba a ser parada obligatoria para muchas de estas bandas. Otro recuerdo de ese día es que el “Thrash” Pimentel, cantante de Transmetal, andaba hasta la madre y a media tocada se fue a sentar a un lado del escenario, dejando a sus compañeros terminar en plan instrumental.
Ya para finales de ese año, anunciaron algo que parecía imposible, al menos para muchos de nosotros. Ante la incertidumbre de si la Arena López Mateos sería suficiente, trajeron a los Ángeles del Infierno. Los Vascos eran una de las bandas de Heavy Metal más populares en México y como era de esperarse, sus presentaciones fueron todo un suceso. De nueva cuenta se quedó gente afuera y adentro nadie se podía mover. Recuerdo que con dificultad se podía escuchar a la banda, pues el coro era impresionante.
Y ahora mencionaremos un concierto que por mucho, se convirtió en la referencia inmediata para el género y los conciertos de esta especie en México. En julio de 1991, en la absoluta “Catedral del Metal” de Tlalnepantla, se presentó Kreator. Era la gira de “Coma of Souls” y la banda alemana nos vino a mostrar cual sería el parámetro, para un concierto excelente desde cualquier nivel. Recuerdo que esa ocasión no pude llegar temprano como acostumbraba y por lo tanto cuando entré las gradas se encontraban atiborradas. Entonces no me quedó más que disponerme a librar empujones y madrazos desde la pista. Esa noche el sonido no fue bueno, fue impresionante. Y el desempeño de la banda fue asesino, sí asesino; y cualquiera que haya escuchado a Kreator sabe a lo que me refiero. Tocaron con una rabia y precisión, jamás vista. La batería se encontraba montada en una base de luces que aunque no deja de ser un cliché metalero, se veía de poca madre. Y el sonido... es que el sonido no tenía igual. El mismo Gueorgui Lazarov me ha comentado, que ellos mismos (los organizadores), estaban sorprendidos, pues el sistema de P.A. era el mismo con el que habían trabajado en otras ocasiones. Sin embargo, la magia corrio a cargo del ingeniero de sonido alemán.
Con el tiempo, la Catedral del Metal siguió consagrándose, pues sus estructuras albergaron a más bandas entrañables como Sacred Reich, Sick of it All, Nuclear Assault, Deicide, Morbid Angel, Entombed y leyendas como Carcass.
La Arena Adolfo López Mateos, se encuentra ubicada en la calle de Emilio Cárdenas no. 28, en el mero corazón de Tlanepantla. Hasta donde sé, en ella se siguen celebrando funciones de lucha libre. Y hace un par de años corrió el rumor de que la demolerían y el terreno pasaría a formar parte de una escuela que se encuentra a su lado. Tiempo después pasé por ahí y con nostalgia y emoción, vi que aún seguía en pié. En ese momento recordé el característico olor a cerveza, con el que te recibían sus barandales y pasillos a la entrada. La emoción de entrar al enorme cubo, con tres lados de graderíos y la cuarta pared plana, con sus tragaluces comúnmente tapados con una enorme manta, alusiva al grupo en turno o sencillamente con la leyenda de: "Heavy Metal Subterráneo". Al centro se encontraba la pista, histórico escenario de mil batallas decibélicas, impregnada con sudor y hasta sangre de todos esos headbangers, auténticos forjadores del metal, que en realidad parecíamos niños con juguete nuevo.
Han pasado ya casi veinte años de eso y a muchos nos sigue gustando jugar. Sin embargo las cosas han cambiado y esas fueron emociones que difícilmente ahora se pueden experimentar. Entonces existía la capacidad de asombrarse y de atesorar lo que nunca se había tenido. Y recuerden que por esos años nuestra dieta de rock en concierto nos tenía a pan y ... de verdad que era mala.
Con un nudo en la garganta les digo que las fotos que ilustran esta historia, las tomé de la página de Chas Productions, que es la empresa con la que Carlo F. Hernández continúa realizando conciertos en la misma vena musical. Y si no me equivoco son de la autoría de Alberto “Beto” Hernández. La de Carcass en la entrada de la Arena, la obtuve en algún sitio oficial de la banda. Y para terminar, vaya un: “Chinguen a su puta madre”, a los culeros que nos asaltaron al Estrella de la Mañana y a su servilleta, saliendo del concierto de D.R.I. Ese parche de Celtic Frost, hasta la fecha no lo he vuelto a conseguir.
Nota: Al momento de subir este artículo, las fotos me dieron mucha bronca. Por lo tanto en cuanto pueda las subiré.