Así es, en esta ocasión les falló porque Black Sabbath es la banda más grande de rock en la historia (porque los Beatles están fuera de competencia). Pero no es la más importante de heavy metal, ni Iron Maiden, ni Motörhead, ni Deep Purple y mucho menos Led Zeppelin. Porque lo que entonces hacia y sigue haciendo Sabbath es rock pesado. Zeppelin apantalló a todos con blues rock y Purple amalgamó rock pesado con virtuosismo y sus influencias de música clásica. Los tres, eso sí, de manera magistral.
Y es que aunque del origen del término, heavy metal como tal, se ha discutido hasta el hartazgo. Sabemos que al menos en medios registrados, se usó en la letra de “Born to be Wild”, el clásico de Steppenwolf de 1968. Pero en manos de Judas Priest, el término se convirtió en concepto.
Judas Priest se formó en 1968, para no variar en Inglaterra. Y originalmente era un trío conformado por el guitarrista Kenneth Karl Downing (K. K. para los cuates, pues siendo inglés le vale madre la fonética mexicana), y el bajista Ian Hill. Y aunque este par proviene de West Bromwich, cuando comenzaron a girar en forma con la banda se asentaron en Birmingham, donde comenzaron a recorrer los circuitos de clubes de costumbre. El vocalista era Alan Atkins pero pronto fue sustituido, por el hermano de la novia de Hill: Robert Halford y a principios de 1974 entró a la banda otro guitarrista, Glenn Tipton. También desde entonces los bateristas habían sido el talón de Aquiles para la banda y por este puesto el desfile de músicos fue interminable. Como dato curioso, durante esta época la banda fue manejada por una agencia de Tony Iommi (con la que por cierto tuvieron broncas).
“Rocka Rolla” salió a la venta en 1974 y no pasó nada pues es muy malito, a pesar de que contó con la producción de Rodger Bain (el mismo que se encargó de los tres primeros trabajos de Black Sabbath). Sin embargo a partir de “Sad Wings of Destiny” (1976), quedó claro lo que Priest tenía para el mundo. Nada más en este incluyeron: “Tyrant”, “Genocide”, “The Ripper” y la majestuosa “Victim of Changes”, siendo esta última una de las máximas obras del heavy metal. Desde entonces fue importante la fe que los seguidores tenían en Judas Priest, pues la calidad en la producción de sus discos dejaba mucho que desear. Por fortuna la excepción en este concepto lo fue “Sin After Sin” (1977), gracias a que detrás de los controles estuvo Roger Glover (bajista y productor de Deep Purple). “Stained Class” (1978) y “Killing Machine” (1978), continuaron con la cosecha de temas clásicos, con los que el templo del heavy metal estaría ya perfectamente cimentado.
También a partir de esta época, la banda adoptaría la vestimenta de cuero, con accesorios y exceso de estoperoles (muy a la usanza de la cultura gay, hasta entonces ajena a la banda y muchos de sus seguidores), que darían al heavy metal la personalidad e identidad en las que pensamos al escuchar ese mágico par de palabras. Atrás quedarían las ropas de satín, que hasta entonces habían arropado al Sacerdote metálico. Y bajo los reflectores, la actitud escénica también cambiaría, pues dieron paso a estudiadas coreografías, que en cualquier otra banda se ven ridículas. Pero que para Judas Priest, son solo uno más de los elementos que conforman a su entidad.
En 1979 editaron “Unleashed in the East”, un disco en vivo grabado a principios de año durante su gira por Japón. El impacto fue absoluto y es que el sonido de la banda en vivo ya era avasallador (a pesar de que se supo que el material final fue maquillado en el estudio de grabación). Y con esta grabación, la supremacía de Judas Priest, como punta de lanza para el género fue contundente. Desde la portada parece que declaraban cual debía ser la personalidad del Heavy Metal. Ahí estaba todo: Halford con gorra de policía, látigo y el cuerpo forrado de cuero negro. Este icono se encontraba flanqueado por Tipton y Downing, siendo este último quien portaba la imagen que junto con Halford definiría al género. Vestido de absoluto negro con kilos y kilos de estoperoles y armado con una emblemática Gibson Flying V, la guitarra del heavy metal.
También el sonido de la banda ya estaba definido. Pesadísimos riffs, riffs y más riffs pero ensamblados en medio de memorables armonías y estructuras, con una lógica y una métrica que solo algunas bandas lograron desarrollar. Pero la marca de la casa, definitivamente son las famosas guitarras gemelas. Las mismas con las que Iron Maiden les vino a competir, generando una auténtica enemistad entre ambas leyendas, la cual continúa aún hoy en día. Y en medio de todo eso, se erigía el arma secreta del sacerdote, pues el jaguar rugía como nadie. Los alcances vocales de Halford parecían sobrenaturales y en conjunto con las dos guitarras, generaron ensambles magistrales.
El sello de cera sobre el testamento del heavy metal, vino a ser su siguiente disco “British Steel” (1980). En este incluyeron el tema “Breaking the Law”, con el que no habría paso hacia atrás, pues quizás sea este el himno nacional del metal (o al menos el primero de muchos que Judas Priest aún estaría por entregar). “Point of Entry” (1981), fue un disco de receso en el que como quiera, nos regalaron un puñado mas de entrañables. Pero con “Screaming for Vengeance” (1982), llegarían a la cúspide de sus posibilidades.
“The Hellion” es la introducción para “Electric Eye”, una máxima de ciencia ficción, que fácilmente podría ser adaptada en “Metal Hurlant”, la revista comix por excelencia. Pero el tema “Screaming for Vengeance” es inclemente y no dejó a nadie a la par de Judas Priest. Y hasta se dieron el lujo de pasear por Mtv, pues “You´ve got Another Thing Comming” logró gran rotación y doblego el mercado estadounidense ante el acero británico.
“Defenders of the Faith” (1984), los mantuvo en el trono, con “Freewhel Burning” e “Eat me Alive” pisando el acelerador a fondo y “Jawbreaker” y “The Sentinel” rompiendo madres. Pero “Turbo” (1986), encendió la luz amarilla para muchos de sus seguidores, que se desconcertaron por el uso de guitarras sintetizadas (otra vez a la par de su paisana doncella), y “Ram it Down” (1988), dejaba ver que un cambio se aproximaba.
En 1990 sacudieron de nuevo al mundo del heavy metal con “Painkiller", pues se comenzaba a relegar a la banda al mueble de la música que escuchaba mi papá (a poco no dicen así?). La escena musical comenzaba a aburrirse del thrash metal y pronto lo echarían para afuera con una patada en el culo. Dicha patada fue propinada por una mediática manipulación, ataviada con botas Dr. Marteens, bermudas y camisas de franela. Sin embargo “Painkiller” vino a dejar claro quien partía el queso en el metal y también detonó el último pataleo del thrash metal, con el que solo las bandas bien establecidas (Megadeth, Anthrax, Slayer, Sepultura, etc…), o las oportunistas y apadrinadas (Pantera, Pantera, Pantera, etc…), sobrevivirían. El disco no permite ni respirar, desde que comienza con la feroz carta de presentación de su nuevo juguete: Scott Travis. Un impresionante baterista, que con el tiempo ha demostrado estar muy sobrado para la banda. Y canción tras canción, el sacerdote demuestra que con él no se juega y que ha venido a recoger el tiradero que ya tenían los chamacos. Pletórico, “Painkiller” es un disco para ser devorado a puños. Y es que es el heavy metal, el único género musical que permite el uso de tales metáforas, que al menos con Judas Priest, deben de ser tomadas muy, pero muy en serio.
Tras el rotundo éxito en ventas del disco y la respectiva gira, en la que llevaron de abridores a Megadeth y Testament (la cual erróneamente hay quien dice que era parte de la gira “Clash of the Titans”), Halford abandonó a la banda por conflictos devenidos por su interés en lanzarse como solista. Y tras las consabidas audiciones, su lugar fue ocupado por Tim “Ripper” Owens, quien se desempeñaba como cantante, precisamente en una banda tributo a Priest. Durante varios años Ripper realizó una estupenda labor con el Sacerdote y grabó con ellos “Jugulator” (1997), y “Demolition” (2001), en los cuales sí se adolece de la presencia de Halford, como complemento de Downing y Tipton como compositores. Y al igual que su paisana doncella, cuando los dejó Bruce Dickinson, el nivel de la banda bajó tanto que los llevó a presentarse en lugares pequeños e incluso a México los trajeron como abridores de Megadeth en 1998.
El esperado disco que marcó el regreso de Halford, fue “Angel of Retribution” y se editó en marzo de 2005. En este nos entregaron un trabajo mediocre, descansado en el fuero metálico que los medios de comunicación les otorgaron por default. El trabajo carece del espíritu al cual nos tenían acostumbrados, pues los riffs parecen montados en las canciones sin puentes convincentes, tampoco hay melodías memorables y el doble bombo siempre es insertado a fuerza de presumir la presencia de Travis. Y durante la gira pudimos apreciar que la voz de Halford parece estar acabada, lo cual es algo que sería inevitable.
Por supuesto que dicha reunión fue un éxito y a su término anunciaron que comenzarían a trabajar en un nuevo disco, el cual sería conceptual. Con tales declaraciones, muchos de sus seguidores nos pusimos a temblar. Y finalmente en junio de este año lanzaron “Nostradamus”, el cual para nuestra sorpresa no fue la decepción que imaginábamos. De manera inteligente, la banda apostó por navegar en territorios, por los que el heavy metal es un poder de mercado contundente. De tal forma, “Nostradamus” es un trabajo muy en la línea de lo que hacen bandas del llamado power metal, como Hammerfall, Nightwish, Iced Earth, etc… las cuales causan furor en gran parte del territorio europeo y sudamericano. Tras escuchar “Painkiller” o “Screaming for Vengeance”, nadie hubiera imaginado a Judas Priest haciendo un disco doble inspirado en Michel de Nostredame, con mucha instrumentación sinfónica, largas introducciones e inserciones operísticas a destajo. Sin embargo ahora que lo hicieron fue de manera estupenda, pues la composición muestra la coherencia que por años extrañamos. Suena a lo que hacen las bandas que mencioné, pero manufacturado por los maestros, por los únicos y auténticos Dioses del Metal.
El riesgo del Sacerdote valió la pena y nos hace pensar que para el beso en la mejilla, los detractores habrán de esperar aún un poco más.
Esta es palabra del Diablo.
6 comentarios:
Judas... banda hiperchingona 1000000% metal. Pero el nuevo disco se debió llamar NOSJETIAMUS, está para dormir adictos al crack.
Excelente texto Howdy. Sólo difiero en cuanto a Angel of Retribution, a mí me encanta. ¿Será que nunca he podido analizar un disco desde conceptos como composición, puentes y demás? jajaja.
Saludos. Y aunque Nosjetiamus es un apodo muy chistoso, para mi gusto es totalmente alejado de la realidad. Discazo
Oh Migraña, pero a poco no estan bien apantalladoras esas palabras?
Uno que se inspira acá, tu sabes. Ya ves como se despedorra uno.
y ese Rock Chingón, con todo respeto pero te pareces un chingo al Halford de Defenders of the Faith. Por ahi de 1984.
Saludotes.
Pero sin las "mañas".
Chingón el post my estimadísimo Howdy... pero esta vez, concuerdo con el rock chingón, Nosjetiamus es un disco bastante mediocre, de hecho creo que pudierón haber hecho un buen disco en vez de dos chafones, tiene sus rolas... pero de los Dioses del Metal uno espera mucho.
Pero bueno, eso no evitará que vaya a pedirles una calaverita este 31 de octubre.
Por cierto, vas a ir a Entombed???... sin duda, espero verte en carcass y james.
Un saludo y Grita Rock con tu chela.
JUDAS, CARNAL, JUDAS PRIEST ... LOS INGLESES QUE NOS ENSEÑARON QUE TRANZA CON EL METAL. GRANDES PALABRAS LA TUYAS, SIN FANATISMO, HONOR A QUIEN HONOR MERECE Y CAGADA AL QUIÈN LA HAYA CAGADO.
LOS ESPERAMOS TRONANDO DEDOS Y MANDIBULAS (JAWBRAKER)
MIL SALUDOS Y ESPERO QUE NOS VOLVAMOS A TOPAR ALGÙN DÌA.
SIGO ESPERANDO EL ENCUENTRO BLOGGERO CON TU AMIGO DE LA INFANCIA POR EL ZEPP.
SALUDOS DESDE LAS ALTURAS DE LA LITERATURA.
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